lunes, 19 de agosto de 2013

Las Plegarias son un camino a la verdadera humildad.

Las plegarias son un camino a la verdadera humildad. Y aquí de nuevo se eleva lentamente , y crece con fuerza y amor y santidad. Tan solo permítele dejar el suelo donde empieza su ascenso hacia Dios y la verdadera humildad vendrá finalmente para agraciar  a la mente que pensó que estaba separada y se erigió en contra del mundo. La humildad trae paz porque no declara que tienes que regir el universo, ni juzga todas las cosas tal como tú quisieras que sean. A todos los pequeños  dioses los deja alegremente de lado , no con resentimiento, sino con honestidad y reconocimiento de que no sirven de nada.

Al examinarte a ti mismo y juzgar honestamente tus acciones, puede que sientas la tentación de preguntarte cómo es posible que puedas estar libre de culpa. Mas ten en cuenta lo siguiente: no es en el tiempo donde no eres culpable, sino en la eternidad. Has “pecado” en el pasado, pero el pasado no existe. Lo que es siempre no tiene dirección. El tiempo parece ir en una dirección, pero cuando llegues a su final, se enrollará hacia el pasado como una gran alfombra extendida detrás de ti, y desaparecerá. Mien­tras sigas creyendo que el Hijo de Dios es culpable seguirás cami­nando a lo largo de esa alfombra, creyendo que conduce a la muerte. Y la jornada parecerá larga, cruel y absurda, pues en efecto, lo es.
Capítulo 13, Sección 1 , Pag. 262 -263
Cada pensamiento que prefieres mantener oculto interrumpe la comunicación, puesto que eso es lo que quieres. Es imposible reconocer la comunicación perfecta, mientras interrumpir la comunicación siga teniendo valor para ti. Pregúntate sincera­mente: “¿Deseo estar en perfecta comunicación? ¿Estoy comple­tamente dispuesto a renunciar para siempre a todo lo que la obstaculiza?” Si la respuesta es no, entonces no importa cuán dispuesto esté el Espíritu Santo a concedértela, ello no será sufi­ciente para que tú puedas disponer de ella, pues no estás dis­puesto a compartirla con El. Y la comunicación perfecta no puede tener lugar en una mente que ha decidido oponerse a ella. Pues dar el instante santo así como recibirlo requiere la misma dosis de buena voluntad, al ser la aceptación de la única Volun­tad que gobierna todo pensamiento.
Capítulo 15, Sección 4 , Pag.344-345 

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